Cáncer en cuerpo ajeno

Bienvenidas y bienvenidos a este blog que estoy iniciando.

Mi nombre es Jazmín y tengo 38 años. Mi mamá fue diagnosticada con cáncer de mama hace 15 años, tuvo una mastectomía, rondas de quimioterapia y después de 5 años el médico nos dio la noticia de su remisión.

Hace 3 años, en un chequeo de rutina, apareció una lesión en su cadera, nos comunicaron que se trataba de una metástasis. 13 años después, ya que habíamos pensado que esa lucha se había ganado, el cáncer reapareció.

Es en este momento en nuestra historia familiar que inicio este blog.

La mayoría de los blogs que encontré sobre cáncer de mama, tratan de las experiencias de las mujeres sobrevivientes. No me fue posible encontrar vivencias de las personas que acompañamos a esas mujeres. Familiares y/o amigas/os que hablen de su experiencia con ese cáncer en cuerpo ajeno. Y esa justo es mi intención, compartirles cómo se vive el cáncer siendo hija, contarles mi sentí-pensar hacia el cáncer de mama(á).

Espero que este blog sirva para que otras hijas, otros hijos, esposos, esposas, madres, padres, amigas, amigos, yernos, nueras, etc., sientan que no están en esto solas, solos… porque el cáncer en cuerpo ajeno duele, asusta, enoja… gracias por acompañarme.

La soledad en lo cotidiano

Pues aquí estoy de nuevo, haciendo maromas para que haga sentido escribir lo que siento con el objetivo de esta página, de este blog. Y al final, como es mi blog, siendo un poco autoritaria, pues puedo escribir lo que quiera. Pero trataré de hacer un esfuerzo por encontrar la relación entre mis palabras de hoy y el cáncer de mamá(a).

Si lo pienso rápido, la relación que existe, es que en los últimos años, el cáncer en cuerpo ajeno ha estado siempre presente. De alguna manera, como dice mi madre, he encontrado un lugar en el que lo he acomodado, desde el que acompaña mi vida. Así que ahí está la justificación de este escrito, jaja, lo que sea que escriba, es desde la experiencia del cáncer en cuerpo ajeno, aunque esta entrada no trate centralmente de él o de la experiencia directa con él. Hoy quiero hablarles de algo que he estado pensando, que he estado llamando la soledad de compartir lo cotidiano.

Si hago memoria, y viajo hacia atrás en mi vida, ésta no es la primera vez que siento la soledad en lo cotidiano. Debo confesar que hacer este recuento de entrada ya trae paz, saber que he estado ahí antes y he logrado salir de ahí.

No se si a ustedes les ha pasado, sentir esa soledad en lo cotidiano, me explico un poco más. La soledad en lo cotidiano es como un hueco que se siente en ese espacio a la derecha del corazón y justo arriba de la boca del estómago, sube hacia la garganta y se aloja ahí, a veces lanza unos pequeños tentáculos que suben hasta los ojos. Ahora lo veo como un pequeño pulpo, alojado en el centro de mi pecho, haciéndose presente con una sensación de opresión a veces fría y a veces cálida, y desde ahí, lanza sus tentáculos hacia el corazón, el estómago, la garganta y los ojos. Así se siente, ¿la han sentido alguna vez? Pero, ¿qué la origina?

Ese pulpo solitario se alimenta justo de la experiencia de sentir que no hay nadie con quien compartir lo cotidiano. Y ¿cómo se comparte lo cotidiano? Lo cotidiano es aquello simple y trivial que sucede en la vida, van algunos ejemplos:

Es que un colibrí intente entrar por la ventana.

Es que Vicente (el gato que vive conmigo) intente alcanzar el agua dentro de la jarra en la mesa del comedor.

Es que la serie que estás viendo te arranque una lágrima con la muerte de un personaje.

Es que la basura orgánica vaya ahora sin bolsa.

Esas cosas cotidianas, que pasan todos los días, todo el tiempo, y que no compartimos con nadie, más que con quien compartimos lo cotidiano. Y cuando no hay con quien compartir todo eso, ahí es cuando se siente la soledad en lo cotidiano. Ahí es cuando el pulpo comienza a aparecer y se instala en su sitio. Mientras escribo, descubro que algunos de sus tentáculos se extienden a mi cerebro también, toca y roza mis pensamientos.

¿A qué atribuyo la nueva visita del lindo pulpo de la soledad en lo cotidiano? Entiendo que la cuarentena no le abrió la puerta, pero sin duda le acomodó la sala para que se sintiera cómodo. El confinamiento, la distancia física, la separación, todo junto generó las condiciones perfectas para que se instalara. Y es que así paso los días, llena de momentos cotidianos y sin nadie con quien compartirlos. Así estamos el pulpo y yo.

Empecé diciendo que he sentido esto antes y que eso da paz, por lo menos da la certeza de que dejaré de sentirme así. Hoy en parte entiendo que es algo que se irá acomodando, que de alguna forma es el producto de algunas de mis decisiones, vamos, que la cuarentena solo vino a darle un toque dramático, pero esto comenzó con mi decisión de empezar una nueva etapa de mi vida, viviendo sola conmigo en lo cotidiano. Sin duda no contaba con el Covid, la cuarentena y el aislamiento que traería, error de cálculo, jaja. Pero sí quería la experiencia de vivir sola, de aprender a estar así, conmigo en lo cotidiano.

Hoy siento al pulpo y sus tentáculos oprimiendo mi corazón, mi estómago, mi garganta, mis ojos y mis ideas, hoy el pecho es pesado, hoy no encuentro cómo acomodar esta soledad, pero también hoy, se que a diferencia de esas otras veces en las que me sentía sola en lo cotidiano, hoy ha sido decisión mía, hoy se que he decidido recorrer este camino, y eso hace toda la diferencia. Hoy he decidido compartir lo cotidiano conmigo y lo profundo de mi alma con ustedes.

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Cáncer en tiempos de Covid-19

Ha pasado mucho tiempo desde la última entrada, y por lo tanto han pasado muchas cosas.

Hoy, estoy aquí escribiendo de nuevo porque compartí el vínculo del blog con amistades nuevas y me puse a leerme. Y leyéndome me acordé de lo bien que me hace escribir. Así que aquí estoy. (Gracias Sol)

Empecemos por decir que el cáncer de mamá(a) no se ha ido, pero sabíamos que no se iría a ningún lado.  Cuando el cangrejo se hace sistémico no se va nunca más. Pero lo que sí ha pasado es que se ha quedado quieto, por lo menos por ahora, parece que el infeliz se ha dormido, esperemos que le dure la siesta.

La otra cosa que ha pasado es que nos azota la peor pandemia de los últimos tiempos, el Covid-19 nos tiene, a quienes gozamos de ciertos privilegios, encerradas/os en casa haciendo cuarentena. A muchas más, inventando cómo hacer para no morir ni de hambre ni de infección.

Y ¿cómo es estar en cuarentena con un cáncer en cuerpo ajeno?, pues una mierda. Pero no le pondré toda la culpa al cangrejo, que además estoy bastante agradecida de que se haya tomado una siesta. Si bien sí tiene que ver en la distancia con mi madre en estos tiempos de Covid, la edad también es un factor importante.

Yo, como seguramente mucha gente que tiene madres y padres mayores, hemos decidido actuar de manera responsable y alejarnos para no ponerles en riesgo. Y la verdad, aunque estoy convencida de cuidarles con la distancia, les extraño un montón.

Y ya que estoy en esto, hablando de Covid y cuarentena, (gracias cangrejo por el pretexto), pues les cuento cómo ha sido más allá del cáncer de mamá(a).

No se cuánto tiempo ha pasado, no llevo la cuenta de los días en cuarentena, pero deben ser un poco más  de 3 semanas.  Y todo ha cambiado, igual que con el cáncer en cuerpo ajeno, ahora con el coronavirus en cuerpo ajeno todo cambia.

Este virus ha trastocado absolutamente todo en mi vida: mis vínculos, mi trabajo, mis rutinas, mis ideas, mis emociones…todo. Me ha dado, por suerte, más aprendizajes y reflexiones que pesares y sufrimientos, pero tengo claro que es por la situación de privilegio que gozo.

La cosa es que acá estoy, otra vez viviendo otra montaña rusa por el tema de la enfermedad.

Lo más difícil, el distanciamiento social. Esta cuarentena me agarró recién separada, por lo que la he pasado principalmente acompañada de Vicente y Meli, mi familia felina. Por suerte tenemos medios que acortan las distancias, así que llamadas, videollamadas y chats han sido de suma importancia para mantener el contacto amoroso con mi gente amorosa.  Pero lo que daría por un abrazo apretado.

Por suerte los vínculos siguen estando, por suerte la distancia física no es de cariño, por suerte me siento más acompañada que, tanto por personas de antaño como por personas de ahora…por suerte, soy tan afortunada, que las enfermedades en cuerpos ajenos, me han dado la oportunidad de enriquecer mi vida… seguro tiene que ver con lo que mi madre siempre dice: hay que acomodar la enfermedad en su lugar…

Les abrazo por aquí hasta que podamos hacerlo en persona…  

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Sobre el miedo

He descubierto que el miedo duele, justo cuando se mete en tu corazón o lo rodea y aprieta con sus mil voces como si fueran lenguas con espinas.

He descubierto que el miedo es frío, cuando se introduce en los huesos como navajas filosas de obsidiana y te hace temblar hasta castañear los dientes.

He descubierto que el miedo enloquece, cuando con sus tentáculos enloquecidos abraza la mente y la moldea a voluntad y a voluntad controla tus pensamientos.

He descubierto que el miedo engaña, cuando de golpe se convierte en ojos, oídos, nariz, lengua y te da sensaciones que son más reales que la realidad misma, pero no están ahí.

He descubierto que el miedo aísla, cuando ha tomado tu corazón, tus huesos, tu mente, tus sentidos, cuando te tiene toda y te quiere sola para el mismo, cuando te coloniza y ha cerrado todas las puertas, cuando te tiene hablando solo con él.

Y ahí, adolorida, con frío, enloquecida, engañada y aislada, he descubierto que el miedo responde a la palabra, a la escucha. Que si lo cuentas se achica, que si lo escribes se aclara.

Así que aquí estoy contándoles del miedo.

Atardecer en Tepeji del Río

El regalo del tiempo

Hace tiempo que no escribo en este blog… semanas, meses, días… y hoy lo hago sobre una idea que me ronda la cabeza: el tiempo.

Puedo pensar al tiempo como una noción objetiva y plenamente medible, ya sea en las manecillas del reloj o las hojas del calendario, las vueltas al sol o el cambio de estaciones. Pero también lo pienso desde su carácter abstracto y en especial en ese quiero enfocarme, en la percepción que tenemos del tiempo, esa vivencia subjetiva de cuanto dura un minuto, una hora, un día o un mes.

El cáncer de mamá(a) ha trasformado mi percepción del tiempo, imagino que tiene que ver en cómo ha transformado la vida a algo parecido a la montaña rusa, tal y como lo compartía en un post anterior. Los cambios de velocidad han alterado a su vez el paso del tiempo. En especial lo ha ralentizado, creo que esa es la palabra. No es que la vida pase lenta, es más bien el tiempo el que cambió de velocidad. Han ido apareciendo sensaciones “raras”… desde este lugar una espera de 2 horas para pasar a consulta puede ser vivida como media hora; del mismo modo un día en la playa puede ser vivido como si fueran dos o tres; o como un mes de vida diaria a momentos me parece apenas una semana…pero a veces los periodos más largos de tiempo se acortan, así tres años se viven como uno o 7 meses parecen 2.

Es como si me hubiesen regalo la posibilidad de decidir la velocidad con la que quiero vivir mi vida. Así me he encontrado que los momentos que disfruto los puedo hacer durar más y los malos ratos se acortan…éste es el regalo del tiempo que me ha hecho el cáncer de mamá(a)

El cáncer de mamá(a) y el sentido de la vida

Hace poco conversaba en uno de los equipos con los que trabajo sobre el sentido de la vida y/o de las cosas. En esa conversación les compartía la experiencia a lo largo de mi vida sobre lo que ha sido esta búsqueda de sentido. 38 años se dicen fácil pero son bastantes, en especial si es el tiempo que tienes en esta tierra. Les contaba conmovida mi sentipensar de que a veces nada tiene sentido, esa experiencia en la que el “¿para qué?” se hace presente y llena hasta los más íntimos rincones de la vida.

Les decía que era una sensación que me acompañaba desde siempre, pero al pasar los días y reacomodar las ideas y sentimientos, me he ido dando cuenta que no ha sido así del todo, por lo menos ha ido cambiando.

Durante aquella conversación planteamos que la relación con “el sentido” es dinámica y cambiante. Lo que nos da sentido en algún momento de la vida no nos lo da en otro. Alguien incluso planteó lo interesante que sería hacer la revisión sobre lo que ha tenido o ha dado sentido a y en nuestra vida.

De chica el sentido lo encontraba en la búsqueda de lo “qué hay más allá” de lo humano y terrenal, preguntas acerca de Dios o esa energía superior, encontrar respuestas sobre cómo llegamos aquí; buscando en distintas religiones y sus libros sagrados. Habrá tenido que ver con crecer en una familia que no seguía ninguna religión y al mismo tiempo estar rodeada de otras familias que si practicaban.

Después el sentido lo tenía encontrar caminos de cómo ayudar a sanar a la gente, articulando y entendiendo a lo humano desde una complejidad de mente-cuerpo-espiritualidad; esto me llevó a elegir mi carrera y estudiar distintas disciplinas sanadoras.

Hoy el sentido lo encuentro en aquello que hace mi vida plena, básicamente en disfrutar. Disfrutar de estar donde estoy y hacer lo que tengo ganas de hacer con la gente y seres con las y los que quiero estar.

El cáncer de mamá(a) ha puesto a la muerte como parte de la vida. Don Juan le dice a Carlos Castaneda que lo único que es real es la muerte y que debe preguntarle en los momentos en los que se sienta más atribulado si ese es él momento en que la muerte llegará, bajo esa idea muchas cosas se relativizan.

El cáncer de mamá(a) ha hecho eso para mí, ponerme a la muerte caminando cerca, justo atrás de mí, valorando la vida, preguntándome ¿es este el momento?

A veces este sentipensar no me es tan amigable, se puede tornar bastante oscuro y desalentador, muchas cosas pierden su importancia, me es difícil encontrar la trascendencia si vamos a morir, si se va a quedar todo atrás y sin sentido cuando me vaya. Pero muchas otras veces me permite disfrutar el momento, ya que las experiencias, las alegrías, los aprendizajes son trascendentes en tanto qué vivibles, en tanto que están sucediendo aquí y ahora, y eso hace que el aquí, el ahora y eso que sucede sea bastante mágico y misterioso.

La cosa es que este cáncer de mamá(a) sin duda le va dando nuevos significados a esto del sentido de la vida y me tiene sin duda generando, buscando y compartiendo estos nuevos procesos y sentipensares.

El poder de la escritura

Hace algunos meses, un poco más de dos para ser exacta, comencé mi proceso de escritura en este blog sobre la experiencia de acompañar el cáncer de mamá(a).

Comencé sin tener muy claro que esperaba de esta experiencia. El objetivo, encontrar un poco de tranquilidad al poder acomodar las vivencias que esta experiencia ha significado en mi vida.

Al escribir se fueron acomodando, como al hacer un inventario, mis ideas, mis sentimientos y emociones. Cada cosa fue encontrando su lugar.

Para quienes no me conocen, les cuento que trabajo como terapeuta, tengo un espacio desde el que tengo la fortuna de acompañar a personas en sus procesos de vida, de muerte, de cambio, etc.

Mi trabajo está teñido por distintas premisas teóricas, en especial las que tienen que ver con la naturaleza creadora del lenguaje. Aquellas que postulan que la realidad, el mundo en que vivimos, las relaciones en las que participamos, tanto con las y los demás como con nosotras/os mismas/os, todo está construido mediante las palabras con las que lo nombramos. Es decir, al hablar creamos al mundo y nuestras relaciones. Lo nombramos y entonces existe. Con la escritura pasa lo mismo. Si lo escribo, lo nombro, existe.

Por otro lado, otro de los tintes de mi trabajo, y también de la manera en la que concibo la vida, porque mi trabajo y mi vida se sustentan en los mismos pilares, tiene que ver con la idea de que nos construimos en colectivo. Gracias a que hay otras personas que saben lo que nombro, que participan de las enunciaciones de las que soy sujeta, que reconocen esas historias que creo y me crean, gracias a esa audiencia, estoy, estamos.

Ambos ingredientes se vieron involucrados en este blog. Yo ranándome y narrando mis experiencias, construyendo mi realidad, acomodándola y ustedes leyéndome, siendo testigas/os y convalidando este mi mundo.

En mis espacios de trabajo suelo sugerir a la gente que escriba. Hasta antes de ahora “sabía” teóricamente los alcances de esta práctica y como puede tener efectos gratificantes y tranquilizantes en quien la abraza.

Ahora «se» de otra manera. Este proceso de ordenarme, de darle volumen a mi voz y compartirme con ustedes, me ha brindado la posibilidad de acomodar lo que siento-pienso, pero sobre todo me ha permitido ir creando realidades sobre este acompañar el cáncer de mamá(a). Reconocer el miedo y darle un lugarcito ha permitido que mi relación con el miedo tome otro matiz, incluirlo como parte de mi vida y eso ha hecho que el miedo se relacione de otra manera conmigo al relacionarme de otra manera con él. Lo mismo con el enojo, la enfermedad, la salud, la vida, no solo con lo qué pasa dentro de mí si no con lo que me rodea. Escribir ha tenido un enorme efecto terapéutico.

Gracias por acompañarme y leerme siendo testigas/os de este mundo que se va creando mientras escribo.

Pared de mi consultorio, lugar de co-creación de historias y realidades

Los ritmos del cáncer de mamá(a)

Esto de acompañar el cáncer de mamá(a) es muy parecido a subirse a una montaña rusa. Hay subidas, rectas, curvas cerradas, bajadas abruptas, puedes ir lento y de repente caer a gran velocidad. El ritmo de la vida se convierte en algo completamente indefinido, variable y sorpresivo.

Cuando inicie el blog me encontraba justo en uno de esos tramos de caída libre, no se veía cuándo, ni si entraríamos en un remanso. La espera de resultados siempre hace que la vida se altere. El cangrejo estira sus tenazas y controla un poco la vida, los pensamientos, las emociones, el tiempo. Aunque no quisiera, estaba ahí, apoderándose de casi todo, del pasado, del presente y del futuro. La incertidumbre era el condimento que resalta y ensalza la vida, la espera y la caída. El ritmo de la vida se acelera, la prisa envuelve todo -que tal que nos queda poco tiempo-, las emociones se amplifican, se intensifican, salen a borbotones, como cuando caes en la montaña rusa. Pero no puedes caer por siempre….entonces llegan las noticias -se ha controlado, el tratamiento funciona- la caída termina, sigue una recta, velocidad constante, lenta, segura y tranquila…

La vida cambia de ritmo. En contraste con la velocidad desenfrenada, esta recta de paso sin prisa permite ver, sentir, pensar sin la presión de las tenazas del cangrejo apretando la vida. Afloja, no se retira, pero deja respirar, disfrutar, da espacio para otras cosas. Los pensamientos y emociones toman un descanso, la vida se nutre, se cuida, se apapacha. Es el momento de acomodar, pero también de olvidar un poquito, de soltar, de agradecer y al mismo tiempo de valorar.

Esos son los ritmos del cáncer de mamá(a), y al igual que en la montaña rusa, después de un remanso sabemos que vendrá otra caída, pero en lo que llega, es momento de descansar, de acomodar, de disfrutarnos, de reconfortarnos…

Un día a la vez

Vamos por la vida dando por hecho que la tenemos, que respiramos, que el corazón late, que nuestra piel se calienta y enfría para regular nuestra temperatura….damos por hecho que vivimos, que vivimos hoy y que lo haremos, sin duda mañana ¿sin duda?

El cáncer de mama(á) ha traído consigo la inminencia de la muerte y por lo tanto ha brindado a la vida de un tinte extraordinario. No es poca cosa que viva, que respire, que lata mi corazón… la muerte ha aparecido como parte de la vida, y no porque el cáncer mate, si no porque es un proceso más de vivir.

Cada día millones de células de nuestro cuerpo mueren y otras más se oxidan. La muerte es parte de la vida, sin embargo no pensamos en ella, no la damos por hecho como lo hacemos con la vida.

El cáncer y su “sentencia de muerte” me han llevado a dar por hecho a la muerte y dar por hecho a la muerte me ha permitido disfrutar y dar real importancia a la vida. No sé cuándo llegará la muerte, y no me refiero únicamente a la muerte de mi mamá, me refiero a la mía, porque no hace falta tener cáncer para morir, lo que hace falta es tener vida.

Hacer presente a la muerte ha hecho que pequeños cambios ocurran en mi vida.

  • En primer lugar preguntarme qué quiero hacer, no que debería, que esperaría la gente de mí o qué sería correcto, más bien detenerme y preguntarme qué se me antoja o de qué tengo ganas y de que no. Así he dejado de asistir a lugares o de obligarme a cumplir con cosas que en realidad no quiero hacer.
  • Ver y estar con la gente que quiero y ponderar las discusiones. Me di cuenta con qué facilidad discutía y me alejaba de la gente que quería, aunque fuera un breve tiempo. No es que ahora no me molesten cosas o no me enoje por otras tantas, pero es qué hay veces que un distanciamiento podía tener lugar porque daba por hecho que hay tiempo, qué hay vida, que ya podré reencontrarme y acercarme de nuevo, pero a la luz de la muerte ¿cuánto es el tiempo que tenemos? Así mis relaciones se han ido tornando más amorosas.
  • Trata de disfrutar cada momento. La muerte puede estar a la vuelta de la esquina, acechando, esperando su turno, puede sorprenderme en cualquier momento, así que cada momento puede, potencialmente, ser el último. Así que en la medida de lo posible disfruto… disfruto de cocinar y compartir con mis amadas(os); disfruto del aire fresco y el calor del sol cuando camino a mi trabajo; presto atención a lo que me rodea y descubro lo extraordinario; visito a la gente que quiero; como lo que se me antoja; digo lo que es importante decir; disfruto mi trabajo; también me canso, me enojo, me entristezco, exploto, me alegro….vivo.

Un día mi mamá me dijo que ella tomaba esto del cáncer un día a la vez y que la tranquilizaría saber que yo lo hiciera también. Mi primera reacción fue de desesperación -“yo no sé cómo se hace eso”-.

Ahora veo que pensar en la muerte, no como algo terrible, si no como algo inevitable, como algo no relacionado al cáncer si no como algo relacionado a la vida me permite no solo vivir el cáncer de mama(á) un día a la vez, si no vivir mi vida un día a la vez.

Poniendo la enfermedad en su lugar

Desde que mi hija abrió el blog “Cáncer en cuerpo ajeno”, una de las cosas que más me ha asombrado es la masiva difusión y los alcances que ha tenido.

Me enfrento entonces a un auditorio al que nunca me imaginé llegar, (los talleres y cursos que vengo dando desde hace muchos años sobre este tema nunca fueron masivos) y he decidido aprovechar esta difusión.

Quiero compartir a qué me refiero cuando sostengo que es importante “ Poner la enfermedad en su lugar”.

Me refiero a que la enfermedad, cualquiera sea, es una parte de la vida de quien la presenta, y de la vida de su familia, pero no es todo.

Es una parte que requiere ser comprendida y tratada de forma específica, pero no tiene que absorber toda la vida.

Sé que es difícil aceptar la aparición de una enfermedad, sobre todo las crónicas, ese elemento ahora presente, que no ha sido invitado a la vida que uno llevaba antes…

Una de las cosas que he visto frecuentemente es que la persona empieza a preguntarse “por qué a mí” “ por qué me pasa esto si yo he sido una buena persona”…

Así formuladas son preguntas que no tienen respuesta, o tienen una respuesta lineal y generalmente autoacusatoria: “porque lo merezco” “ porque me he comportado mal”.

Cualquier enfermedad es multicausal, sobredeterminada. Hay causas constitucionales, experienciales, sociales, económicas, emocionales, ecológicas, que influyen en que uno enferme. Entender esta complejidad es liberador. Nos saca de pensar en el estrecho margen causa-efecto, que es limitante.

Otra cosa importante es no pensar o ver al cáncer como un ser monstruoso, un “alien” con fauces terribles que nos devora por dentro. El cáncer es un proceso celular, una reproducción anormal de células. Sí, es un crecimiento indebido, pero uno es responsable de darle el significado de monstruoso y aterrador, y esa significación es lo que nos desquicia emocionalmente. Claro que tenemos que quitarnos el estigma de que “cáncer = muerte”.

Formulado así, es una ecuación matemática. Y la vida es “incierta”, lo que la hace mucho más amplia que las matemáticas….

Otra, es el concepto de “guerra” de “lucha contra un enemigo”. (Lo referente a este concepto, lo aprendí leyendo el magnífico libro de Susan Sontag “La enfermedad y sus metáforas” ahora ampliado por ”El SIDA y sus metáforas “) No digo que uno tenga que hacerse amigo/a del cáncer. Pero esta concepción nos pone en un juego de poder, que agota y genera sentimientos de culpa si “se pierde”. Uno/a, guiados por las ganas de vivir, siempre hacemos todo lo que podemos. Cada paso es una apuesta por la vida. A veces resulta, y a veces no. Pero el camino de ensayo y error, es siempre aprendizaje…

Concretamente, en cuanto a mi experiencia de vivir con cáncer de mama, ahora en etapa de metástasis, ha sido una experiencia compleja y complicada, pero no abrumadora.

Le he dado su lugar, en el sentido de darle los cuidados requeridos:

  • La autoexploración me permitió el diagnóstico precoz.
  • Una vez detectado, realicé los tratamientos necesarios para retrasar su evolución: cirugía, quimioterapia, terapia hormonal, protectores de los huesos.
  • Y no he dejado de probar propuestas alternativas, cuando van con mi sistema de creencias.
  • Nunca dejé de hacer los controles periódicos, lo que permitió también el diagnóstico precoz de las metástasis, aunque hayan tardado en aparecer más de 13 años. Es decir, siempre la viví como una enfermedad de riesgo, a la que era importante no descuidar.
  • Y ahora estoy muy pendiente de seguir los tratamientos prescritos, sabiendo que no van a ser “curativos”, que el cáncer no va a desaparecer, pero que contribuir a que no avance velozmente, es un gran resultado. No olvidar ningún día de tomar mis pastillas, me hace sentirme responsable de esa supervivencia que estoy teniendo.

A esta altura del proceso, ganar tiempo es ganar vida.

¿Cuánto tiempo voy a tener de vida plena, antes de entrar en una etapa de cáncer terminal?

Es una pregunta que no me hago, porque sé que no tiene respuesta.

O más bien porque sé que la respuesta es incierta, pero ahora la incertidumbre es mi bienvenida compañera de vida.

A mí me resulta más tranquilizador no saber de qué ni cuando me voy a morir.

Eso me permite seguir disfrutando la vida, disfrutando a mi pareja, a mi hija y a mi yerno, otro hijo bienvenido, a sus mascotas, que me permiten que consienta, a mis amigos/as de la vida, alumnas/os, y ahora “amigos/as de red”, una categoría que hasta hace poco no conocía.

Y compartir mis experiencias con otras personas, con o sin cáncer, con familias que tienen o no un familiar con cáncer, pero que son parte de esta gloriosa “incertidumbre del vivir”.

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Recibir flores vivas en vida es más bonito